«Así es Cuba. Esto es Cuba.
Nadie puede entrar el auto a la gasolinera Oro Negro, si el camión está supliendo gasolina, orden. Dignamente los santeros van de blanco. En la Quinta Avenida debes mantener una velocidad de sesenta kilómetros. Los almendrones botan humo por todas partes, pero corren aún. Un peso para el aparcamiento. No importa la talla o el peso en libras, las mujeres trabajadoras cubanas usan su falda corta y sus medias en nylon de diseños diversos. El santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre es un lugar inigualable para rendirle la ofrenda a la Oshún. Santiago de Cuba no dejó que Sandy con todo y su viento ciclónico, les quitara la fuerza y la sonrisa que destaca a los santiagueros. El Moncada tiene las marcas del ataque, como señal de la victoria eventual contra el enemigo. Trinidad pedregal, de hermosas tejas, de suntuosos colchones y madera mobiliaria, tiene lo propio.
La Habana es el Malecón que recorre un extremo al otro, frente a la oficina norteamericana custodiada por la policía habanera. El Nacional lo es, nacional y desde su imponente ubicación vigila la extensión del Malecón. La Habana vieja está nueva, de paladares, de historia en placas, de cultura y del respeto de la UNESCO como un patrimonio importante de la humanidad.
El Hotel Internacional de Varadero goza de una cercanía exclusiva de las arenas blancas de sus playas. El Meliá y los otros no pueden competir con la belleza del Internacional y su Art déco un lugar conmemorativo de los años `50 antes de la Revolución. El señor DuPont tenía su castillo mansión en Varadero, su Xanadú como le llamaban, ese lujo ya no es de unos pocos, sino de todos los cubanos. Esas aguas transparentes azuladas, con la arena tan blanca como los extranjeros europeos, de otros lugares del mundo que pagan lo que sea por estar allí, son del pueblo, y la ganancia del disfrute externo para el pueblo también.
Desde Cienfuegos, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas, Bayamo y Santiago de Cuba la tierra toma a los jóvenes, a los viejos, los bueyes y el extractor como la herramienta eficaz para cultivar la tierra y recibir de ella los frutos verdaderos, puros, sin el colorante, ni el artificio producto químico que daña el cuerpo y la dignidad. El queso, el arroz que los asiáticos adiestran para el consumo, el plátano; la inmensidad del parto múltiple de un suelo revolucionario. La carretera y el caballo, el Coco, el transporte colectivo privado, el eterno almendrón Chevrolet, el Lada, Peugeot, Volkswagen, Audi, Fiat y ahora tan reciente el Kía y Hyundai compiten para que finalmente los cubanos, criollos, guajiros y los que hemos decidido aceptar la invitación a una tierra hermana, puedan moverse en toda la hermosura de sus espacios abundantes.
Las letras son más que letras. La literatura cubana es comprable, se canjea porque es primordial apoderarse del conocimiento. Es válido, real y admirable ese afán literario y cultural.
La UNEAC reúne y ubica en un espacio en La Habana lleno de árboles, que compiten con el intelecto. La camaradería del hola al boricua, la otra ala que debe volar con todo el cuerpo del ave. Letras cubanas, junto a letras boricuas, desde Casa Las Américas, con la sonrisa y energía de un Zurbano. La dramaturgia negra de una Fátima Patterson… Y la negritud no cesa de vociferar su pertinencia y presencia en el Centro de Estudios Africanos Fernando Ortiz donde la Dra. Marta Cordiés no cesa tampoco, no termina, no descansa en preparar a los alumnos ávidos, tan talentosos todos, como el poeta Daniel Liens. Y allí nos llevó a conferenciar y acercarnos al plumaje de la otra ala en el Centro de Superación para el Arte y la Cultura de Santiago de Cuba, desde la poesía de Heredia, la valentía de Maceo…
Los cubanos están vivos… muy vivos.»
Fotos propiedad de Yvonne Denis.